jueves, 27 de septiembre de 2012

Historia de un torito bravo

“Lo compré a la ganadería Domecq, y estaba destinado a ser toreado en Barcelona. Cuando les pregunté si era difícil educar a un toro me contestaron : « Si lo cuidas bien, verás que es incluso más fiel que un perro ». Esto demuestra que ellos saben bien el tipo de animal que tienen y que mandan a las corridas.” Son las palabras de Christophe Thomas, un joven granjero francés que hoy vive felizmente con Fadjen. El realizador Pablo Knudsen ha captado estas imágenes de su hermosa amistad y su vida en común, para disfrute de los amantes de los animales y antídoto contra los prejuicios extendidos por los aficionados a la tauromaquia.  

Ya hace bastante tiempo que enlazábamos en Ciencia en el XXI un vídeo en el que el experto en museología científica Jorge Wagensberg se lamentaba del desaire que se hacía al hecho científico de que el toro es un mamífero y, como tal, sufre y siente dolor. Digan lo que digan los amantes del toreo. Que los toros tienen terminaciones nerviosas es una evidencia. Pero vamos, tampoco hay que ser zoólogo, con ver una corrida cerquita del albero se escuchan los gritos del toro.
Se ha escuchado muchas veces el argumento de que los toros bravos sólo sirven para dar cornadas, que han nacido para ser eso, bravos. Aquí hay una prueba de que los toros, como los perros, como los humanos, pueden sentir cariño.
Posted by Eugenio Manuel Fernández Aguilar

Visto en: http://cienciaxxi.es/blog/?cat=514

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