viernes, 16 de diciembre de 2011

Consideraciones sobre la mente canina

En El Origen de las especies, CharlesDarwin manifestó que la única diferencia entre la inteligencia de los humanos y la de la mayoría de sus primos mamíferos  inferiores "es de categoría  y no de clase". Prosiguió  estableciendo  que "los sentidos y la intuición, las diversas emociones  y cualidades  como el amor, la memoria, la atención, la curiosidad, el mimetismo, la razón y otras facultades de las que el hombre se jacta, pueden asimismo encontrarse en una condición primitiva, e incluso a veces más desarrollada, en los animales inferiores".
Es evidente que ni Darwin ni cualquier ser razonable intentará afirmar que la inteligencia de los`perros es idéntica a la de los humanos en todos los aspectos. La inteligencia canina tiene claras limitaciones.
Existe probablemente mucha literatura y poesía sobre los perros pero, con toda certeza, no escrita por ellos. Luego, ¿dónde situamos a los perros en la escala de la inteligencia animal o al comparar su inteligencia con la humana?.
Todos aquellos que somos científicos, como cualquiera en esta sociedad, hemos ido creciendo, hemos desarrollado una serie de comportamientos que han sido definidos a partir de la cultura de nuestro entorno. A pesar de que intentamos distanciar nuestro pensamiento teórico o empírico de las tendencias culturales, religiosas y filosóficas que nos rodean, éstas siguen influenciando en gran medida y, a veces, de maneras muy sutiles. William James, conocido psicólogo americano  ya nos advirtió de que "hay un montón de gente que se cree que está pensando cuando en realidad sólo está reordenando sus prejuicios".
René Descartes, filósofo francés del siglo XVII , conocido por sus aportaciones a las matemáticas, fisiología y psicología, sostuvo que todos los animales carecían de consciencia, inteligencia y de cualquier clase de mente análoga a la del hombre. De acuerdo con su teoría, un perro es una simple máquina animada. Numerosos psicólogos y fisólogos se han adherido a esta teoría.
Sin embargo, los hombres primitivos no dudaban en dotar a los perros de inteligencia y a veces incluso de capacidad de palabra. Y al igual que las leyendas primitivas atribuían un alto nivel de inteligencia a los perros, los primeros científicos que estudiaron el compotamiento canino también lo hicieron. El filósofo griego Aristóteles, anticipándose a la visión de Darwin sobre la inteligencia canina, manifiesta que la diferencia entre la capacidad mental de los perros y de los humanos es únicamente de grado. Tanto los hombres como los canes experientan emociones, pero las de los humanos son más complejas. Ambos aprenden, recuerdan, resuelven problemas y sacan provecho a la experiencia, pero los humanos saben hacerlo mejor.
Lamentablemente, cuando Descartes desposeyó a los animales de intelecto, razón y consciencia, ello acarreó varias consecuencias no sólo en el campo científico e intelectual. Al negar la existencia de capacidades mentales superiores en los perros, también estaba negando la existencia de emociones y sentimientos. Según él, el gemido que emite un animal cuando es golpeado no indica dolor sino que es algo equivalente al sonido de los resortes o del carillón de un reloj o de un juguete de cuerda cuando cae al suelo. Nicolas de Malebranche, filósofo francés que prosiguió con el trabajo de Descartes, aludía a este concepto al manifestar que los animales "comen sin placer, gimen sin dolor, actúan sin saberlo; no desean nada, no temen a nada, no saben nada".
La conclusión fue que la teoría de Descartes se utilizó posteriormente para justificar la crueldad generalizada contra los animales. Y consecuentemente, la preocupación moral estaba fuera de lugar porque el dolor y el sufrimiento de los animales no era real.
Estos pensamientos tan extremistas todavía se dan actualmente. Respecto a los animales, en 1989, P. Carruthers, en el prestigioso Journal of Philosophy, declaró que "dado que sus experiencias, incluido el sufrimiento, son de índole no consciente, su dolor no requiere una preocupación moral inmediata. De hecho, puesto que todos los estados mentales de las bestias son de índole no consciente, los daños no son objeto de preocupación moral, ni siquiera de manera indirecta".
Es interesante reparar en que los científicos y filósofos que muestran estas opiniones suelen comportarse y actuar de otra manera en sus vidas privadas. El concepto radical de que sólo los humanos poseen consciencia e inteligencia y de que sólo el dolor y el sufrimiento humanos tienen impotancia, aparentemente resulta más difícil de llevar a la práctica en la vida privada, en especial si convivimos con un animal doméstico. La historia nos dice que Descartes tenía un perro llamado monsieur Grat, bastante mimado, aquien hablaba de la misma manera en que nosotros nos dirigimos a nuestros perros. se preocupaba por su salud y por las cosas que le gustaban y las que no, y, algunas veces, especulaba sobre sus pensamientos. ¿Tanta preocupación por una máquina inconsciente? ¿Quién puede hablar a una máquina como a un reloj de pulsera y especular sobre su salud y sus gustos?. Está claro que en las relaciones diarias de Descartes, la sospecha de que su perro estaba dotado de consciencia no sólo era conveniente sino que, quizás, además, era inevitable.
Reseña tomada de La Inteligencia de los Perros. Stanley Coren. EDICIONES B. 1995

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