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lunes, 16 de abril de 2012

Perros

perro-foto-keith-carter-imagery-our-world “He perdido a mi perro que tenía desde hace siete años. Lo busco por todas partes… Lo he perdido hace un mes, cerca de Deauville, y no lo consigo encontrar, lo que supone una tremenda desgracia cuando se ama a los perros..” Así hablaba ante la Televisión francesa la novelista Francoise Sagan en septiembre de 1964 tal como lo recuerda  Le Magazine Littéraire en un dossier dedicado a los animales y a la literatura. ”Es un animal bastante grande, negro y marrón, con las cuatro patas blancas y una mancha blanca como la de un maitre de Hotel. Le falta uno de los dientes porque se le ha caído…”, describía angustiada la novelista. Cuando uno de los periodistas quiso interrumpirla y decirle: “¡Al menos es curioso! ¿No se encuentra usted algo molesta por tener que convocar a la Televisión para hablarnos de su perro? ella contestó: ”Sí, quizá  lo encuentre un poco molesto, pero, por una parte, yo adoro los perros, y en ese caso todos los medios son buenos; y, por otra parte, yo he sido muchas veces perseguida por los periodistas de televisión. Cuando por azar me pueden ser útiles, no tengo ningún escrúpulo en utilizarlos (…) Las historias del respeto humano me sobrepasan ya desde hace tiempo, y yo desearía mucho mejor recuperar mi perro y que se burlen de mí miles de desconocidos que vivir sin mi perro y tener la buena consideración general…”perro-2-velazquezlos-hermanos-de-jose-lyceo-hispanico

  Perros, perros famosos, gente famosa, perros silenciosos que saben cuando el artista ha dejado su quehacer y se yerguen de su sitio, se desperezan, y le acompañan mansamente, yendo y viniendo por la vida, apenas un ladrido,  suele sobrecogerles la tormenta, les distrae una avecilla que pasa, vuelven, vuelven de vez en cuando la cabeza para ver si el amo camina, sí, camina, va detrás Virginia Woolf  pensando en Flush, el perro de la poeta Elizabeth Barret-Browning, va Mujica Láinez con Cecil, que mira cuanto duda y cuanto escribe el argentino. Tienen su hora estos perros para husmear el espacio, se apoyan en el quicio de la necesidad y descargan cuanto llevan dentro. Perros, perros célebres inmortalizados por Velázquez, que descansan estirados en Las Meninas, que reposan a los pies de los cazadores, a la sombra de los infantes, perros que cruzan los cuadros. Perros, perros siempre, a los que se les pasa la mano sobre el lomo antes de volver camino de casa y sentarse de nuevo a escribir.
(Imágenes: 1.-foto: Keith Carter.-Imagery our world  /2.-Velázquez: detalle de” Los hermanos de José”.- flikr.-Lyceo Hispánico)
http://misiglo.wordpress.com/2009/04/16/perros/

Coloquio de los perros

“Una sutilísima mezcla de los olores más variados le hacía vibrar las aletas de la nariz – describe Virginia Woolf al perro Flush -: áspero olor a tierra, aromas suaves de las flores, inclasificables fragancias de hojas y zarzas, olores acres al cruzar la carretera, el picante olor que sentía cuando entraban en los campos de habas…Pero de pronto traía el viento unos efluvios más agudos, más intensos, más lacerantes que todos los demás – unos efluvios que le arañaban el cerebro hasta remover mil instintos en él y dar suelta a un millón de recuerdos: el olor a liebre o a zorro. Entonces se lanzaba como una exhalación. Olvidaba a su ama: se olvidaba de todo el género humano. Oía a unos hombres morenos que gritaban: “¡Span! ¡Span!”. Oía el restallar de los látigos. Corría, se precipitaba…Por último, se paraba en seco, estupefacto: el encanto se había desvanecido. Muy lentamente, moviendo la cola con humildad, regresaba a través de los campos hasta donde estuviera Miss Mitford voceando: “¡Flush! ¡Flush! ¡Flush!” y agitando la sombrilla”.
Pronto llegaban otros perros. Por ejemplo, Cecil, el perro de Manuel Mujica Láinez, que describía así su convivencia con el amo: “Hace un año que es mi dueño y vivo en su casa, y me asombra todavía, dado mi carácter, que me haya conquistado en poco tiempo. Al principio quise resistirle. Ahora me he entregado con la intensidad de una pasión primera que sospecho será también la última. Es hermoso amar. Hermoso y terrible. No conozco gozo y ternura equiparables. No pienso que existan. Basta que me deslice una mano por el cuerpo, en caricia larga, para que vibre y me estremezca, como si me encendieran una pequeña fogata en el corazón”.
Pero aún queda el perro de Kafka, que se acerca también a juguetear: “¡Cómo ha cambiado mi vida y cómo no ha cambiado en el fondo! Ahora que rememoro el pasado y evoco los tiempos en que aún vivía en medio de la comunidad perruna, participaba de todo cuanto le interesaba, un perro más entre otros perros, descubro, mirándolo bien, que desde siempre algo no encajaba, que siempre hubo una pequeña fractura, que un ligero malestar se apoderaba de mí en medio de los actos populares más solemnes, y a veces ocurría incluso en círculos familiares, no, no a veces, sino con suma frecuencia, que la mera visión de un prójimo por el que sentía cariño, visto de pronto desde una perspectiva nueva, me turbaba, me asustaba, me dejaba indefenso y hasta me desesperaba”.
Perros que hablan. Perros que ladran en la literatura. Hablan ladrando, como Cervantes escribe en su Coloquio de los perros: “desde que tuve fuerza para roer un hueso tuve deseo de hablar, para decir cosas que depositaba en la memoria…”.
Además de Cecil (Editorial Sudamericana) de Mujica Láinez, además de Flush (Destino) de Virginia Woolf, además de Investigaciones de un perro (Alianza) de Kafka, además de la gran Novela ejemplar de Cervantes, vienen todos los perros, con sus gemidos y ladridos, a retozar. Viene Linky, el de Edith Wharton, viene Grasper, el de Emily Brontë, viene Carlo, el de Emily Dickinson, viene Flush, el de Elizabeth Barret.
Y luego están todos los que nos miran tumbados, los ojos adormecidos, las orejas gachas, esperando que un escritor se compadezca y narre su vida.
http://misiglo.wordpress.com/2008/01/13/coloquio-de-los-perros/