Un Perro.
Francisco de Goya y Lucientes.1820-1823.Mural trasladado a lienzo. 134 x 80 cm. Prado. Madrid
En sus conocidas pinturas negras, realizadas entre 1820 y 1823 para su pequeña casa de campo en los alrededores de Madrid, Goya dio rienda suelta a sus irracionales fantasías en una serie de enigmáticas pinturas crípticas pero interrelacionadas que son el producto de su imaginación y que probablemente estaban destinadas sólo a sus ojos. De esa serie de imágenes, casi siempre de pesadilla, de un mundo brutalizado y tenebroso, dominado por las fuerzas más oscuras del sadismo, la desesperación y la soledad, ninguna es tan enigmática ni contradice el espíritu de la Ilustración de forma tan difinitiva como el lienzo vertical que se titula sencillamente , Un perro. En él vemos tan sólo la cabeza grisácea de un animal solitario que alza la vista hacia una presencia sombría, quizás el fantasma de un amo desaparecido, en un paisaje alucinante que parece haber disuelto la tierra, la roca y el cielo en una oscura nebulosa en la que ni el hombre ni la bestia pueden orientarse. Para los espectadores del siglo XXI esta horrenda visión de un último superviviente, perro y no hombre, que parece luchar y hundirse, quizás en arenas movedizas, puede incluso evocar la imagen de después de un desastre nuclear. Para Goya, debió de representar una extinción equiparable de todo rasgo de razón y control humanos. La terrible realidad de este animal medio enterrado e indefenso, que se encuentra solo en un paisaje pulverizado lleva consigo el inmenso peso alegórico de una civilización aniquilada.
El Perro en el arte. Del Rocco al Posmoderno.Robert Rosenblum. Pag. 41.Editorial
Nerea. 1989
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